El viaje a Siria ha sido de un día nada más y aprovechando el viaje que hacemos en febrero de 2010 a Jordania, para visitar prioritariamente Petra.
El último día de este viaje no tenía prevista ninguna visita especial y por ese motivo acordamos una excursión a Damasco, que está a poco más de 100 Km de Ammán, en los coches de unos amigos de nuestro guía, Farhal.
Salimos a las 7 de la mañana del día 6 de febrero y por el camino cambiamos moneda porque nos dicen que en Siria no aceptan ninguna otra, excepto dólares en la frontera. Vamos repartidos en dos coches particulares. En total vamos 7 personas más los dos chofer jordanos.
Ya el tema del cambio de moneda es dificultoso pero lo peor viene a la hora de cruzar la frontera. Nos pasamos nuestras buenas dos horas por lo menos, de papeleo y esperas de cuños en los pasaportes.
Finalmente, tras pagar la correspondiente tasa en dólares, llegamos a Damasco, pero antes hemos podido observar las montañas nevadas que separan Siria de Líbano.
DAMASCO.
Lo primero que me llama la atención es el tráfico tan caótico. Nadie parece respetar ninguna señal ni casi los semáforos. Sobre todo las motos se cruzan de cualquier manera pero algunos coches también. A cada segundo parece que vayas a atropellar a un peatón, en fín, que es muy estresante.
El chofer aparca en un parking en el centro de la ciudad y nos acompaña hasta la entrada del gran bazar, que es la entrada también de la más grande mezquita del mundo musulmán, la Mezquita de los Omeyas. También es la zona más cercana a lo que se conoce como el Damasco antiguo y quedamos a la hora de comer en un punto concreto cercano.
Atravesamos el gran bazar y llegamos a una plaza en donde se puede admirar unas columnas romanas y un frontis precioso, que nos dan paso a la famosa Mezquita de los Omeyas.
Junto con las entradas nos alquilan unas chilabas para que nos tapemos bien las mujeres (a pesar de que vamos con pantalones y abrigo). También tenemos que quitarnos los zapatos (como en todas las mezquitas) y lo malo de esto es que el patio es inmenso, con un suelo de mármol reluciente que nos deja los pies congelados.
El lugar está lleno de gente, familias con niños correteando por ahí, que parece que están dispuestas a pasar el día de fiesta tranquilamente, disfrutando del buen día que hace. Esto en el patio pero lo mismo ocurre dentro de la mezquita, en donde hay gente incluso leyendo el periódico o corros de gente charlando. También puede verse gente orando con mucha devoción.
En uno de los espacios cerrados hay un receptáculo en donde dicen que se encuentra una parte del cuerpo de un profeta de la familia de Mahoma, que es adorado por fieles que dan vueltas a su alrededor. También hay mujeres llorando y cantando, que me llaman mucho la atención pero que no me atrevo a fotografiar porque el ambiente es de una efervescencia religiosa tal que temo que si hago una fotografía se puedan ofender.
Salimos de la Mezquita y paseamos por la ciudad antigua de Damasco. Callejuelas, cafés, tiendas, artesanos, puestos de comidas.......es un lugar muy agradable en el que resulta fácil perderse porque te desorientas y no encuentras los nombres de las calles por ningun sitio, aparte de que no llevamos plano y no podemos preguntar porque aquí no ocurre lo que en Jordania, en donde mucha gente habla inglés. Felizmente, llegamos a la plaza en donde está la rotonda en la que hemos quedado con los chófers.
Nos recogen y nos llevan a comer a un restaurante muy lujoso, tanto que parece un museo. Pensamos que debe ser un sitio donde se celebran bodas y ceremonias diversas. Comemos muy bien y por un buen precio (20 euros de media).
A la salida ya apenas nos da tiempo de visitar nada más porque empieza a oscurecer y hace mucho frío. Vemos rapidamente otra mezquita, que se ve semiabandonada aunque es muy bonita y ya nada más, un pequeño paseo por la ciudad, con su todavía más caótico tráfico.
Volvemos a coger la carretera y al llegar a la frontera tenemos otra vez la experiencia desagradable del principio: no nos dan autorización para salir si no pagamos en moneda siria, cosa que no tenemos. Intentamos hacernos entender y preguntamos por qué no aceptan dólares cuando sí nos los han admitido para entrar.
Nos tratan bastante mal y no nos hacen ni caso. Dando vueltas por aquí y por allá, ya de noche y con nuestro chofer enfermo (seguramente le ha sentado mal la comida porque ha vomitado por el camino) por fín encontramos una casa de cambio Money Gram. Podemos cambiar y conseguir moneda siria y volvemos a hacer todo el recorrido burocrático, hasta que conseguimos tener todos los sellos pertinentes y cruzar la frontera.
En algun momento, algunos del grupo se asustaron y otros se enfadaron de verdad y empezaron a ponerse agresivos contra los funcionarios, cosa bastante poco recomendable dada la evidencia de que no les gustaba nuestra visita y tenían poder suficiente como para hacernos perder el avión de la mañana siguiente.
El caso es que, cuando entramos en la ciudad de Ammán le dije al chofer con alegría: At last at home! (por fín en casa!). Cenamos en el hotel, ya bastante tarde y solos con todo el restaurante para nosotros y preparamos nuestro equipaje para salir hacia el aeropuerto a la mañana siguiente camino de Barcelona.
La verdad es que no guardo un buen recuerdo del viaje a Siria, fue demasiado rápido y las dificultades y horas perdidas en la frontera no fueron en absoluto agradables.
A fecha de hoy, cuando subo estas páginas al blog, Siria se encuentra inmersa en un conflicto interno de violencia y muerte. Aparecen en las noticias terribles imágenes de civiles masacrados, hay incluso niños, pero no se conoce con seguridad quienes son los culpables. La “Comunidad Internacional” tan perdida e inútil como de costumbre y disfrazando sus intereses económicos de interés humanitario. La situación es dramática y terrible. Y, lamentablemente, todo parece indicar que acabará en una guerra civil. ¡Ojalá me equivoque!
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