domingo, 3 de junio de 2012

REPÚBLICA CHECA




El único viaje que hice a este país fue en 1998 y el único lugar que visité fue la capital : 
PRAGA 
Es una ciudad sorprendentemente hermosa. Allá a donde mires de su centro histórico, te encuentras bellos edificios y rincones tranquilos.
Atravesar el famosísimo puente de Carlos flanqueado de magníficas esculturas es un gozo sin igual. Pararse en cualquiera de sus amplísimos espacios y observar el cauce del río Voltaba, atravesado por multitud de puentes, con isletas y bordeándolo bellos edificios tan bien cuidados, es verdaderamente precioso.
Este puente, que comenzó a construirse en 1357, es muy largo y ancho. Mide 520 metros de largo y 10 metros de ancho. Siempre está muy concurrido y animado por músicos y puestos de vendedores.
Yo pasé varias veces por este puente, pero siempre de día o de noche, nunca al alba; pero he podido ver algunas fotografías del puente a esas horas, sin un alma paseando, total soledad e inmovilidad de las esculturas que lo envuelven y, de fondo, la silueta de la ciudad vieja recortándose en el cielo...........una gozada para la vista.   
Se ve desde cualquiera de estos puntos una colina coronada por un Castillo  enorme y en cuyo interior se encuentra otra ciudad con palacios, calles, monasterios, museos y, sobre todo, la catedral de San Vito. Imponente obra arquitectónica del gótico.
Yo iba un poco despistada, mirando a izquierda y derecha rincones agradables, pasé un arco y, de repente, me encuentré esta inmensa mole artística. Me dejó casi sin respiración y sentándome en un banco de la pequeña plaza, pude regalarme esta magnífica visión. Esta colina ofrece multitud de puntos desde donde poder observar bellas vistas de la ciudad. 
Para volver a bajar, se puede hacer por una ancha escalera palacial que data del siglo XVII, adornada por farolas al estilo antiguo, que le dan un toque misterioso o romántico, se puede elegir. Mientras vas bajando puedes ir observando la ciudad a tus pies, coronada de la más amplia variedad de cúpulas que se pueda encontrar.
Muy cerca se encuentra la famosa calle del Oro, que es  una callecita en la que se conservan casas antiguas de artesanos y ahí encontramos la casa donde trabajaba Kafka. Es muy curioso que sean de un tamaño muy pequeño, como si los habitantes de entonces fueran liliputienses.
Otro lugar digno de interés es la plaza de  la Ciudad Vieja, muy amplia y agradable, llena de terrazas donde se puede saborear una buena  cerveza negra y admirar el famoso Reloj Astronómico, símbolo de la ciudad y siempre acompañado de turistas fotografiándose con él de fondo. Yo también me hice ahí una foto, faltaría más (ahora si llevaba cámara fotográfica, pero todavía no era la digital). También aquí está ubicado el Ayuntamiento de la ciudad.
Al fondo y detrás de la plaza, se puede ver las agujas de las torres de la magnífica Iglesia de Nuestra Sra. de Tin.
Antes de terminar, no puedo dejar de nombrar la imponente Torre de la Pólvora, que me recordaba a un inmenso guerrero, envuelto en una armadura de hierro y petrificado. Es una torre negra de una gran espectacularidad y en medio de una calle cualquiera, como si no tuviera importancia. Así es todo en Praga.
Realmente Praga merece la pena. Pasear por sus calles antiguas o por la moderna gran avenida de Wenceslao; ir por la noche a escuchar música en cualquiera de sus muchos lugares muy dignos y baratos; en fín, se puede hacer infinidad de cosas porque es una ciudad que ofrece mucho y de calidad. No es de extrañar que se haya convertido en destino turístico de primer orden.
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La EMOCIÓN más intensa vivida en Praga me la proporcionó pasarme horas sentada en un banco de la placita que rodea la Catedral de San Vito, por la noche, admirando su imponente altura, silenciosa y llena de paz. Después, bajar por la ancha escalinata palaciega completamente solitaria, sintiéndome perdida y sin saber a donde me iba a llevar.



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