He visitado este país en muchas ocasiones. Es lógico porque es el paso obligatorio para cualquier viaje en coche o autobús hacia Europa.
Primer viaje
La primera vez que fui a Francia fue en el verano de 1972. También era la primera vez que viajaba al extranjero ¡y sola! Tenía 19 años y entonces no era habitual marcharse fuera a estudiar un idioma.
Mi paso por Francia era sólo eso, de paso, porque mi destino era Bélgica. Me había matriculado en un curso de Lengua y Literatura francesa en la Universidad Libre de Bruselas. No había tanta facilidad para volar como ahora y mi forma de llegar era en tren, vía París, a donde llegué después de un montón de horas de autobús.
PARÍS
Cuando llegué a Paris busqué alojamiento en albergues y residencias de estudiantes cuyas direcciones me habían facilitado en una entidad dedicada a ese tipo de cosas pero nada. No había ni una cama libre.
Allá que me voy yo con mi maleta paseando, para ver algo de Paris, al menos la tour Eiffel, que es lo más típico. Pensé incluso que me tocaría quedarme allí a dormir, en los parques (¡madre mía si se enteran mis padres de que duermo en la calle!). Así las cosas y en esas estaba, cuando conocí a dos chicos italianos, con los que estuve charlando un rato. Resulta que ellos también eran estudiantes que estaban allí por un tiempo y vivían en una buhardilla. Yo les conté lo que me había pasado y que me había quedado en la calle. Me ofrecieron un rincón en su espacio y la verdad es que me pareció que eran de confianza y me ayudaron con mi maleta hasta la casa donde vivían. Había que subir un buen tramo de escaleras que se hicieron eternas porque mi equipaje parecía pesar el doble.
Maldormí en una pequeña colchoneta pero siempre fue mejor que dormir en un banco de la calle. No comprendo por qué no me quedé su dirección para seguir contacto con ellos y agradecerles el detalle que tuvieron conmigo. También, pensándolo después, me dí cuenta de que tuve mucha suerte porque hubiera podido tener algun problema por ser tan confiada.
Al día siguiente cogí el tren que me llevaba a Bruselas.
Segundo viaje
Al terminar el curso en la Universidad Libre de Bruselas, volví en tren a Paris y ese mismo día tenía que tomar el autobús hasta Valencia.
No me daba tiempo de hacer mucho turismo, así es que desde la estación pensé encaminarme directamente al lugar de donde salían los autobuses hacia Valencia que sabía que estaba cerca. Apreciaría las calles y todo lo que pudiera ver en este corto recorrido y si, en la estación de autobuses había alguna consigna donde dejar mi maleta, podría dar alguna vuelta más por las cercanías.
Pues nada de esto resultó como esperaba. Yo sabía que los autobuses a Valencia salían cerca de donde yo estaba pero, no se que me pasó, que me perdí de la manera más tonta. Sin plano, empecé a dar vueltas y a pasar el tiempo. Comencé a preguntar pero la gente iba rápida a sus trabajos y ni se paraban a contestarme. Y, si me contestaban, casi sin pararse, me decían que no sabían, que lo sentían mucho. ¡Yo si que lo sentía! No sabía para donde tirar. No me quedaba dinero, no podía coger un taxi. Sólo tenía en el bolsillo mi billete de autobús que si lo perdía a saber cómo iba a conseguir yo otro billete....en fín, que ya sintiéndome completamente perdida y sin saber que hacer, me senté sobre mi maleta y me puse a llorar. Un chico, un alma caritativa de esas que siempre hay por el mundo, se apiadó de mí y me preguntó qué me pasaba. Cuando le expliqué me dijo que no me preocupara, que él me acompañaba a la misma parada del autobús ¡nunca se lo agradeceré bastante! Si no hubiera sido por él lo mismo todavía estoy dando vueltas y vueltas como una peonza por esas inmensas calles llenas de gentes apresurada.
Tercer viaje
PARIS y su vida bohemia.
Volví a Paris el año 1977, durante mis vacaciones de verano. Era una visita tipicamente turística : paquete de avión y hotel. Los recorridos por cuenta propia.
No recuerdo nada en especial de esta visita porque entonces no llevaba ni cámara de fotos ni compré apenas postales.
Sé que lo que más me gustó fue el barrio de Montmartre, con sus artistas por todas partes pintando cuadros. Me impresionó la basílica del Sagrado Corazón (Sacré Coeur) y la magnífica vista de Paris que se podía disfrutar desde allí.
Naturalmente visité nuevamente la Tour Eiffel y el museo del Louvre, pero no tengo especiales recuerdos de ese viaje de hace más de 30 años, excepto la profunda impresión que me produce siempre ver en directo obras de arte que he admirado solamente en los libros y en reproducciones, muchas veces de dudosa calidad.
En esta visita cargué con un montón de reproducciones bastante buenas (naturalmente entre ellas estaba la Gioconda y algunas obras de Van Gogh y Degas) para decorar mi casa.
Cuarto viaje
Fue en el año 2001. El motivo fue regalárselo a mi hija Ana, quien tenía muchos deseos de conocer Paris y teníamos la oportunidad de que nos prestaran un pequeño apartamento en pleno centro de París por un pequeño alquiler.
El viaje fue en coche y el trayecto fue agradable porque hicimos varias paradas y conocimos algunas ciudades francesas y sus paisajes (no sólo existe París).
AVIGNON y el famoso puente de la canción :
Es una bonita ciudad, con callejuelas estrechas medievales y restos de murallas. El famoso puente ahí está (se llama pont de Saint Benezet) y le cantamos la canción (sur le pont d´Avignon ...).
Visita obligada es la del palacio de los Papas, que se encuentra en perfecto estado de conservación y que merece la pena recorrer.
PARIS y sus múltiples atractivos
Encontramos sin problemas la dirección del apartamento (rue Antoine Boundel, en el barrio de Montparnase) y pudimos aparcar cerca. Por fuera parecían unos pisos muy modernos pero, cuando entramos, nos dimos cuenta de que eran casas antiguas: había un patio grande interior, con muchas plantas y de allí partían las escaleras a los apartamentos, sin ningun ascensor.
Subimos un par de pisos por estrechas escaleras y llegamos a nuestro apartamento. Nada más abrir la puerta nos sobresaltamos: era una miniatura. Ahí estaba claro que apenas cabíamos.
Nos armamos de valor y ahí que nos metimos. El problema estaba en que apenas podíamos movernos.
Al final, recogiendo algun trasto por aquí, dejando las maletas debajo del sofá y alguna otra cosa por allá, pudimos sentarnos en el sofá que hacía las veces de cama.
Otro detalle era el cuarto de baño que de eso (de baño) no tenía nada. Era un mini lavabo donde no cabía una persona. Era mucho más pequeño que el de los aviones.
En realidad, los baños más amplios estaban fuera del apartamento, un piso más arriba. Uf! Era un poco incómodo pero bueno, a todo se acostumbra el cuerpo.
Todo esto fue un poco decepcionante pero en cuanto nos acomodamos y nos hicimos a la idea de que teníamos que pasar allí todo el tiempo, salimos a dar una vuelta por los alrededores. Nos cayó una tremenda lluvia que nos caló hasta los huesos y pronto regresamos al minipisito.
Los siguientes días ya fueron más agradables. Nos habíamos acostumbrado al poco espacio y decidimos amoldarnos a lo que teníamos y disfrutar. Y desde luego que disfrutamos.
Ana estaba obsesionada con el río Sena, así es que paseamos por este lugar de todas las formas posibles : por la mañana, por la noche, en bateau mouche, en fín, vimos el rio casi todos los días. Desde el barquito pudimos ver la silueta de la Tour Eiffel y nos bajamos en esa parada para verla de cerca.
Visitamos el Louvre, por supuesto, y el museo D´Orsay donde se podía disfrutar de la mejor pintura impresionista.
Paseamos por Montmartre y llegamos hasta el Sagrado Corazón (Sacré Coeur). Divisamos la imponente vista de Paris que se disfruta desde esa colina y volvimos a bajar para seguir paseando por la ciudad.
Visita agradable también fue la de la catedral de Notre Dame, por delante y por detrás, parándonos en los bellos jardines que se encuentran en esta última parte. Esta catedral se encuentra en la isla más grande del Sena y merece la pena verla desde algunos de los puentes que llevan hasta ella porque de esa forma muestra su gran majestuosidad, no perceptible si se ve solamente la fachada principal.
Otros lugares que visitamos :
-Campos Elíseos, impresionante paseo de casi 2 Km. que une el Arco del Triunfo con la plaza de la Concordia (donde se encuentra el monolito de Ramses II).
-Jardines de las Tullerías, a continuación de la plaza de la Concordia, dando paso al museo del Louvre.
-el Ayuntamiento, la Madeleine, la Opera, la Conciergerie, el centro Pompidou... Paris es un lugar en donde no se acaban nunca los lugares por donde pasear y admirar.
Y uno de los lugares donde más difrutamos: Le bois de Boulogne, con buenísimas sombras bajo los árboles, estanques y rincones donde descansar tumbadas en el césped. Este fue uno de los lugares preferidos por Ana de todo Paris (junto con el Sena).
Pasada la semana en París, regresamos en coche y con la esperanza de poder encontrar a mitad de camino algun hotel de carretera donde descansar. Pues no encontramos ni una sola habitación, por lo que regresamos de una tirada a casa.
Quinto viaje
Este viaje lo hice en agosto del año 2004. Tengo un recuerdo mucho más completo que de otros viajes anteriores porque en éste ya empecé a escribir un pequeño diario (además de tener ya una cámara de fotos sencillita).
Fue un recorrido en el coche de mi amiga Mª Angeles, conduciendo ella y acompañándonos Jose Navarro, un compañero del máster de Psicoanálisis.
El objetivo era llegar hasta el Mont Saint Michel, habiendo recorrido antes toda la zona de la Bretaña francesa.
El coche en el que viajábamos era grande (tipo furgoneta) porque llevábamos hasta Lourdes a una familia que conocía Mª Angeles y que habían pasado unas vacaciones en su casa de la playa. La familia estaba compuesta por la madre (embarazada), dos niñas adolescentes y un niño de pocos años. La madre y el padre de los niños eran de Congo y de allí los conocía Mª Angeles, pero ahora vivían en París.
Salimos un viernes de madrugada y, después de conducir toda la noche, pasando por Lérida, Huesca, Jaca, Candanchú, Canfranc y puerto de Somport, llegamos al mediodía a
LOURDES sus montañas y peregrinos
Atravesamos los Pirineos y llegamos a Lourdes. Allí almorzamos toda la trouppe y luego llevamos a la familia al tren. Ya solos los tres amigos, nos dirigimos a buscar un hotel o pensión donde pasar la noche.
Me gustó esta pequeña ciudad porque está rodeada de montañas y de verdes bosques.
Es increíble la devoción que despierta y la gran cantidad de fieles católicos que vienen a rendir culto a la virgen en su basílica y en la gruta donde dicen que se apareció.
No deja de ser impresionante observar el fervor de la gente y la gran cantidad de enfermos que en sus sillas de ruedas, muletas, o como pueden, van en procesión y rezando.
Ver tanta devoción nos inspiró un apasionado debate sobre la religión y el interés político, es decir, hablamos de los inicios del cristianismo a partir del Concilio de Nicea, en donde se declaró a Jesús de Nazaret hijo de Dios.
La región que atravesamos después de dejar Lourdes fue la de las LANDAS, de bellísimos bosques, plagados de esbeltos pinos que casi se tocan entre ellos. Y así durante más de 50 Km. una belleza, con zonas de acampada libre y muy buenas carreteras bien señalizadas.
Tomamos un desvío y llegamos hasta el estanque de ARCACHONE, zona verde y muy agradable, que nos encaminaba ya hacia la Bretaña por la costa. Por esta zona nos perdemos pero da igual porque llevamos comida y buen ánimo. Paramos en un lugar muy bonito para comer, a orillas del rio Garona.
Recorrido por la costa oeste francesa hasta llegar a La BRETAÑA :
Los lugares más dignos de mención que recuerdo son :
-BLAYE, una pequeña ciudad con una ciudadela (s. XVII) en perfecto estado y en cuyo interior, para nuestra sorpresa, había un camping municipal y allí pasamos una noche bajo una tormenta de agua, truenos y relámpagos (llovió a cántaros y no nos empapamos de milagro).
Antes de meternos en la tienda a dormir, dimos una vuelta por los altos de la ciudadela para admirar el paisaje que se observa del estuario del río Garona (Gironde). Hay puntos en donde sufrí mucho vértigo porque era mucha la altura y no había ningun tipo de protector o barandillas.
Nos dirigimos hacia Carnac y decidimos pasar por un puente que le habían recomendado a Mª Angeles porque desde lo alto se ven buenas vistas y atraviesa el río Loira. Es el puente de Saint Nazaire y nunca me olvidaré de él porque pasamos un buen susto.
-puente de Saint Nazaire, en la desembocadura del rio Loira
Llegamos en un momento de atasco descomunal de tráfico. La entrada al puente era un carril que iba cogiendo altura. Teníamos que ir en primera todo el rato porque no se podía avanzar más rápido y el coche necesitaba toda la potencia por la cuesta. Pues bien, cuando estábamos más o menos a mitad de esa subida y sin posibilidad de pararnos en un arcén ni volver atrás, empezó a salir humo del motor de nuestro coche. Mª Angeles empezó a preocuparse pero sabía que tenía que seguir. Para colmo, el freno de mano no iba bien y tenía que mantenerse forzando el coche con una marcha mientras estábamos parados en la cuesta.
Jose empezó a darle instrucciones y a ponerla nerviosa. Yo, como veía que no había solución y que teníamos que seguir hacia delante, me puse los auriculares para escuchar música relajante y me alejé mentalmente de este lugar. Tuvimos suerte y pudimos llegar a la parte superior del puente. Luego, todo era bajada y ya más fácil. En cuanto dejamos el puente, paramos un buen rato hasta que el coche se enfrió y luego, seguimos hasta Carnac, pensando en arreglar allí el coche y quedarnos a dormir.
-CARNAC, la ciudad con 4000 menhires, dólmenes y montículos, que datan del Neolítico (entre 5000 y 2000 años antes de la era cristiana), es un lugar muy visitado pero no sólo por esta circunstancia sino porque está situada en un lugar privilegiado y muy cerca de una playa preciosa en plena bahía de Morbihan. Por esto es por lo que nos cuesta encontrar alojamiento pero, al final, nos informan de una pensión-casa rural que está a las afueras del pueblo y allí tenemos suerte y hay alojamiento. Pudimos dormir bien pero el cuarto de baño estaba fuera de la habitación y además hubo tormenta desde las 5 de la madrugada.
Paramos en un taller para que nos revisaran el coche y resultó que no era nada grave (un problema de aceite) que resolvieron en seguida y que apenas nos costó nada.
El resto del viaje no trajo sobresaltos. Sólo algun enfado que otro porque Jose y Mª Angeles se pasaban el tiempo discutiendo por las carreteras, los itinerarios, la forma de conducir, en fín, esas cosas que a los hombres les gusta controlar. Yo iba siempre en la parte de atrás del coche, muy cómoda, con mis auriculares y escuchando música, viendo paisajes y mirando los libros del viaje. Iba estupendamente y así fui todo el viaje, a pesar de que a veces Mª Angeles amenazaba a Jose con que lo iba a mandar a la parte de atrás y que yo pasaría delante. Menos mal que no cumplió sus amenazas.
Pero, en general, había armonía, charlábamos, dormíamos donde podíamos, unas veces en camping, otras en pensiones, otras en hoteles baratitos; comíamos generalmente de lo que llevábamos en nuestra nevera porque, como el coche era tan espacioso, llevábamos de todo y comprábamos en los supermercados, parando a comer en bosques o prados donde veíamos mesas y bancos de madera. La verdad es que íbamos bien organizados y el viaje salió baratísimo.
Antes de salir de Carnac visitamos los famosos alineamientos de Menhires, famosos en todo el mundo y que son impresionantes por su antigüedad y los misterios que encierran.
Seguimos por la costa y llegamos a
-LOCMARIAQUER, muy cerca de la ciudad anterior y también disfrutando de una playa magnífica y una vida marinera. Desde este bonito lugar tomamos una barca que nos acercó a una isla preciosa, verde y llena de pinos: la isla de los Monjes (Ile aux Moines), la mayor isla del golfo de Morbihan.
Paseamos por esta agradable isla, subimos hasta lo alto de una colina y admiramos unas bellísimas vistas de mar y de un intenso azul en el cielo que contrasta con el verde de la tierra salpicada de pinos. Todo muy bien, pero cuando regresamos al barco, empieza a estropearse el día y hay oleaje, con lo que Mª Angeles empieza a tener miedo porque todavía no ha superado su fobia al agua.
Tenemos que recoger el coche empapados y recorrer Km bajo la lluvia. La idea es dormir en VANNES, una ciudad grande en donde empezamos a visitar pensiones y hoteles pero no hay ni una habitación. Tenemos que volver a coger carretera, fijándonos en los carteles que podamos encontrar sobre alojamientos. Bajo la lluvia es difícil y, como no podemos plantar la tienda, pensamos en maldormir en el coche. Pero, al final, tenemos suerte y llegamos al pueblo de Elven, en donde sí hay habitaciones en un hotel-bar muy raro. No sabría explicar por qué pero pasamos un poco de miedo porque encontramos muchos detalles raros y sin explicación (montones de zapatos por todos los rincones, por ejemplo). Al final pudimos dormir bien sin sorpresas y bajo el golpeteo de la fuerte lluvia sobre el tejado.
Por la mañana salimos temprano buscando dirección Rennes. La carretera muy buena, es autopista pero sin peaje.
Buscando restos megalíticos, entramos en un pueblecito llamado THEIL, en donde admiramos una bonita iglesia con flores por todas partes y aprovechamos que pegados a la fachada (cosa que nos sorprende mucho) hay unas toilettes que, por cierto, están muy sucias, las más sucias que habíamos visto nunca y, claro, no hicimos uso de ellas.
Seguimos hacia lo que se conoce como ROCHE AUX FEES o roca de las hadas, en donde admiramos unos Dólmenes (monumentos funerarios) envueltos entre grandes árboles. Allí hay montones de mesas y troncos de madera donde poder parar a comer. Pero no era nuestra hora y seguimos nuestro camino, pasando por pueblos muy bonitos, llenos de flores, como Retier.
Llegamos a una ciudad grande:
-RENNES : aquí tenemos la suerte de aparcar en la mismísima puerta del Teatro Nacional de Bretaña. Salimos a pasear por los alrededores de donde aparcamos el coche y vemos que hay muchos parques y llegamos a uno en donde está el palacio de S. George y en cuya fachada se puede leer el nombre de Madelaine de la Fayette.
Volvemos a coger el coche y nos dirigimos a buscar un lugar donde comer.
-HEDÉ, este es un lugar precioso, donde paramos a comer en una zona de camping y, luego, paseamos por bosques frondosos atravesados por un canal en el que se han construido 11 exclusas y en las que se ve trajinar a las gentes de los barcos que quieren salir a navegar. Pasamos un día entero, haciendo amistad con los dueños de un barco en el que estuvimos a punto de embarcarnos pero no nos atrevimos por miedo a dejar el coche sin vigilancia.
Siguiendo en la carretera, pasamos por muchas ciudades y pueblos muy agradables, buscando ya donde dormir.
-SAINT-SOULIAC es un pueblo de pescadores, con redes en las fachadas de las casas, con vistas preciosas y aquí deseamos quedarnos pero no encontramos ningun alojamiento. Salimos del pueblo y vemos el anuncio de un camping en DINART y allí nos dirigimos. Plantamos la tienda y bien caro que lo pagamos, pero no pudimos pegar ojo porque había fiesta (con karaoke) toda la noche, aparte de que llovía a cántaros y sin parar.
- SAINT MALO (lugar de vacaciones muy famoso y con una playa rocosa y puerto que se puede admirar desde lo alto de las torres y murallas que lo bordean).
De todo el recorrido que hemos hecho hasta llegar aquí, lo que más me llamaba la atención era que allá donde mirases veías bosques, casas adornadas con muchísimas flores, con ventanas y puertas pintadas de azul, pueblecitos con pequeñas y sencillas iglesias rodeadas por un cementerio en el que se adivinaba que descansaban felizmente las gentes del pueblo, faros de los de toda la vida, rocas y mares inmensos, acantilados.....mucha belleza.
Y al fin, nuestro destino :
-MONT SAINT-MICHEL
Entre Bretaña y Normandía, ésta era nuestra meta y, aunque me gustó y hay que decir que es una verdadera maravilla, después de haber visto tanta belleza, ya no me sorprendió. Además, nos costó llegar una inmensa cola de coches y en los aparcamientos horas de vueltas. El gentío que había por sus calles era increíble y así, la verdad, no se puede saborear nada.
Nisiquiera subimos a visitar la abadía y nos limitamos a quedarnos dando vueltas por el pueblo, conservado con su auténtico aire medieval pero, eso sí, en vez de casas de normandos, todo era tiendecitas de souvenirs repletas de clientes. Seguramente volveré en otra ocasión, a ver si hay menos gente y puedo visitar el famoso claustro aéreo, suspendido entre el cielo y el mar.
Salimos del lugar, con mucho trabajo por la gran cantidad de gente por todas partes y, por esta zona compramos las famosas galletas de la tierra que están deliciosas.
En la carretera ya, nos dimos cuenta de que íbamos sin luz de cruce, por lo que decidimos buscar un taller mecánico en el primer pueblo que encontráramos.
Lo encontramos en Cholet y allí nos arreglaron las luces pero sin cobrarnos nada. ¡Qué gente más amable! Yo le digo a Mª Angeles que es porque ella es muy simpática y cae bien a la gente.
Con el coche ya en regla, seguimos carretera de bajada hacia España, buscando un sitio donde pasar la noche. Tuvimos suerte y encontramos un hotelito, con buenas vistas y todo muy agradable, se llamaba hotel Montespan, en el pueblo de Lussac les Chateaux. Aquí si que dormimos bien, sin lluvia y con comodidades para el aseo personal. A la mañana siguiente, carretera y llegamos a
-CARCASONNE, la ciudad fortificada de los Cátaros.
Se encuentra en el sur de Francia, en la región de Languedoc-Rosellón.
Merece la pena hacer una parada en este lugar, por su famosa y bien conservada doble muralla, con sus potentes torres, que abrigan una ciudad medieval digna de visitar. Fuera de las murallas se extiende la población nueva que se fue construyendo para albergar a la población creciente.
El problema que encontramos fue la gran cantidad de turistas, lo que nos supuso una tremenda dificultad para encontrar aparcamiento, cosa que al final logramos en un parking a tope pero conseguimos un hueco. Salimos de aquí y nos dirigimos hacia el recinto amurallado que es una maravilla.
En la ciudad que hay dentro encuentras sobre todo puntos de información de turismo, tiendas de souvenirs y bares muy acogedores. Entramos a tomar una cerveza fresca (porque hacía un calor insoportable) en un lugar con una gran terraza a la sombra de un castaño inmenso con 300 años a sus espaldas. Seguimos dando un buen paseo y admirando el perfecto estado de las murallas, hasta que nos dimos cuenta de una gran humareda en el horizonte, coincidiendo más o menos con el lugar donde teníamos aparcado el coche. Pero la gente no parecía inmutarse. Aún así, nosotros si nos apresuramos y, a medida que nos acercabamos al aparcamiento, nos dimos cuenta de que el fuego estaba localizado en el monte. Una verdadera pena que se quemen tantos árboles. La tragedia de todos los veranos, el fuego. Cogimos el coche y comenzamos a buscar ya la carretera para tomar la autopista hacia Barcelona. Hubo una pequeña discusión porque Mª Angeles y yo preferiamos pagar peaje y Jose pensaba que no hacía falta. Ganamos nosotras por mayoría y cogimos la autopista, con lo que ya no íbamos a encontrar sorpresas. En un punto de descanso, sacamos nuestra neverita y bolsitas varias para cenar comodamente sobre una mesa de piedra con sus correspondientes asientos también en piedra. Era nuestra última cena. El viaje se acababa.
Dejamos a Jose y llegamos a Puzol sobre las 2 de la madrugada y, ya casi en casa y después de tantísimos Km. (casi 4000) sin sufrir un accidente, un coche con unos imbéciles dentro, se saltó un semáforo y casi nos chocamos.
Y el broche de oro del viaje fue que tuvimos que saltar la valla para entrar en la urbanización donde Mª Angeles tiene su apartamento porque no encontraba las llaves, cosa que le ocurre muy amenudo y que era también motivo de discusión entre ella y Jose porque cada vez que íbamos a entrar en el coche, ella no encontraba las llaves. Y así terminó el viaje, partidas de risa y tan bien como lo empezamos.
Sexto viaje
Fue una visita de paso, en un viaje a Italia, que nos obligaba a atravesar Francia. El lugar en donde paramos a dormir y pasamos algunas horas fue la ciudad de MARSELLA, de la que no recuerdo nada en especial.
Séptimo viaje
También fue una visita de paso en otro viaje a Italia. En esta ocasión la ciudad donde paramos fue
NIZA, capital de la costa Azul.
Es una ciudad agradable pero demasiado turística.
Lo más conocido de ella y el lugar por el que caminamos fue por el famoso paseo de los Ingleses, que tiene una longitud de 5 km. y te lleva en todo momento por la orilla del mar de un lado y por el otro majestuosas mansiones, palacetes y hoteles de lujo.
Octavo viaje
Fue en marzo de 2009, con motivo del crucero que hicimos por el Mediterráneo, por tener un puerto en territorio francés : VILLEFRANCHE.
Se trata de una pequeña ciudad muy agradable y que merece la pena pasear. No pudimos hacerlo porque preferimos aprovechar la excursión que se hacía a Mónaco y no tuvimos tiempo pero se veía deliciosa, llena de jardines y terrazas con vistas al mar, con un puerto tranquilo, en el centro del cual reposaba nuestro barco, al que nos llevaron en lancha.
Noveno viaje
En abril de 2011 embarco en un crucero en el barco Grand Celebration (Ibero Cruceros) acompañando a mi hermana Charo que estaba ilusionada por hacer un viaje de este tipo. El recorrido era Valencia-Marsella-Ajaccio-Ibiza-Valencia y la duración era de 5 dias.
La excursión a MARSELLA consistió en unas horas de visita panorámica de la segunda ciudad en importancia de Francia, una ciudad llena de obras y sin atractivo especial. Lo más interesante fue ver el puerto desde el alto que permite la subida a una pequeña iglesia y el fuerte de San Víctor. Para llegar aquí hay que subir una considerable escalera.
Pero lo mejor de todo fue la subida a la Basílica de Notre Dame de la Garde, que está en lo más alto de la ciudad y desde la que puede verse una panorámica de todo el lugar, hasta incluso la isla de If, que inspiró el lugar donde estuvo encarcelado el protagonista de la novela El Conde de Montecristo.
Además de las bonitas vistas de esta basílica de arquitectura muy peculiar (que el guia nos describe como tipicamente marsellesa) puede apreciarse en su interior muy bellos frescos de estilo bizantino y pequeños barcos colgados de sus paredes como ofrenda de los pescadores.
La vida de la ciudad gira alrededor del puerto y hay un bonito paseo que bordea el agua y los yates amarrados, por donde se puede pasear o tomar algo en las múltiples terrazas de los bares.
AJACCIO, la capital de la isla de Córcega (región autónoma de la Francia continental) es un lugar tranquilo, cuyo recorrido hacemos en una visita panorámica por sus calles, la principal llamada Napoleón, como no podia ser de otra manera, y donde los puntos de interés más importantes están relacionados con la figura de Napoleón Bonaparte: la gruta donde se refugiaba, el monumento erigido en su honor y que es una réplica de la de su tumba en Paris, su casa natal, el panteón donde reposan los restos de su familia, la plaza que desemboca en el puerto…. Su nombre está por todas partes, avenidas, tiendas, cafeterías, a pesar de que los corsos más nacionalistas no le tienen mucho aprecio, pero el turismo se impone.
Muy interesante fue el paseo por las afueras de Ajaccio, con agrestes costas y vegetación mediterránea, sin excesivas construcciones turísticas, llegando hasta un punto desde el que podemos hacer un pequeño paseo y disfrutar de la vista de las islas Sanguinarias.
Finaliza la excursión con una degustación de productos típicos (vino, queso, embutidos y dulces) y, bajo una lluvia respetable bajamos hasta nuestro barco tras una breve parada para ver la pequeña catedral y admirar las murallas de la antigua ciudadela.
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La EMOCIÓN más intensa experimentada en este país ha sido la de poder admirar de cerca los originales de las obras de arte que desde hacía años veía en libros y reproducciones. Ver de cerca la venus de Milo, la victoria de Samotracia y cuadros como el de la Gioconda de Leonardo y la iglesia de Auvers de Van Gogh, fue algo inenarrable.
Esto en cuanto a los viajes a Paris.
El viaje a La Bretaña fue cuenta aparte porque tuvo un sabor de aventura al no tener planificado el recorrido, ir con tienda de campaña por no saber donde íbamos a dormir cada noche y dejarnos llevar por el instinto de ver y decidir en el momento. Todo el viaje fue muy emocionante por ese toque de sorpresa que podías encontrarte cada día.