Este país merecería capítulo aparte o un libro entero porque fueron muchos los viajes que realicé y que tuvieron una repercusión muy importante en mi vida.
Primer viaje
Fue en el verano de 1993, con el objetivo de visitar a mi amiga Marta Martín, a la que había conocido durante su estancia en Valencia por una beca, concretamente para investigar en la unidad del Dolor del Hospital en donde yo trabajo y me había invitado a visitar el centro donde ella ejercía como Psicóloga.
Viajé con una compañera de carrera y de la clínica que acabábamos de inaugurar en Valencia para atención psicológica.
Fue una pesadilla esta compañera porque no paraba de protestar por las condiciones tan precarias en las que vivíamos en casa de Marta. No hay que olvidar que era el comienzo del Período Especial (nombre con el que se conoce es periodo marcado por la caída de la URSS en 1991 y que agravó las consecuencias del brutal bloqueo que sufría la isla impuesto por USA desde 1960) y la gente vivía con muchas necesidades. Pero en lo que si estuvo de acuerdo conmigo fue en el alto nivel de formación de todos los psicólogos/as que allí conocimos y de los/las médicos, que trabajaban con plena dedicación a pesar de las dificultades dejando bien patente que era cierta la información de que Cuba posee el mejor sistema educativo de toda Latinoamérica y la mejor Sanidad pública gracias a las importantes reformas que emprendió la Revolución en 1959 al derrocar al corrupto régimen del coronel Fulgencio Batista.
Este primer viaje fue fundamentalmente para conocer el Hospital donde trabajaba mi amiga como psicóloga (Hospital 10 de Octubre) y el Hermanos Amejeiras, el Hospital de mayor prestigio, con una Unidad de Psicología Experimental que hubiera dado envidia a cualquiera de los hospitales más punteros españoles, entre otras cosas porque aquí la Psicología no se consideraba ni siquiera relacionada con la sanidad. Además visitamos el Hospital Psiquiátrico, de reconocida fama internacional y con razón, porque allí se impartían las terapias más avanzadas, aquí prácticamente desconocidas. Recuerdo que pudimos ver una sesión de Musicoterapia, tratamiento completamente desconocido por aquí. Nos acompañó en toda la visita un médico del centro que nos estuvo explicando la dinámica de trabajo y respondiendo a todas nuestras preguntas, resultando una visita muy fructífera para nosotras, que comparábamos ese sistema con el de aquí tan desinteresado por los enfermos mentales y donde la Psicología no era considerada profesión sanitaria. Incluso allí, las psicólogas que conocimos, tenían ayudantes: las Psicometristas, dedicadas exclusivamente a pasar las pruebas psicológicas.
Aprendimos mucho de estas visitas y nos quedamos muy gratamente sorprendidas del alto nivel de preparación de todo el personal que en estos Hospitales trabajaba. Un detalle, psicólogos trabajando codo con codo con los médicos en equipos multidisciplinares, cosa impensable en nuestro país.
Efectivamente pudimos visitar todos estos lugares que nos enriquecieron enormemente desde el punto de vista profesional, pero, además tuvimos tiempo de visitar lugares típicos y turísticos de la ciudad como:
- los famosos helados de Copelia, en un parque precioso, muy fresco y en pleno corazón de la ciudad. La famosa película Fresa y Chocolate se recrea en este lugar.
- probamos el daikiri del Floridita y el mojito de la Bodeguita de El Medio, lugares que fueron frecuentados por Hemingway, siempre llenos de gente, por lo que es difícil conseguir un lugar donde sentarse, sobre todo en la bodeguita, cuyas paredes están llenas de notas y de recuerdos de famosos que pasaron por allí.
- paseamos por la Habana Vieja, centro histórico de la ciudad, con un patrimonio arquitectónico de gran riqueza, con estilos mudéjar, barroco y neoclásico, por lo que el barrio colonial está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
- Paseamos por el parque de la Plaza de las Armas, en cuyo centro hay una estatua de Céspedes, el padre de la patria, y rodeada de puestecitos de libros usados, en donde abundan libros sobre la Revolución y sus protagonistas, sobre todo el Che, muy admirado y omnipresente en toda Cuba. Los precios de los libros son muy asequibles y pude cargar con un montón de títulos muy interesantes.
-Plaza de la Catedral, bellísima y rodeada de impresionantes palacios, como el del marqués de Aguas Claras, con la particularidad de las dos torres asimétricas flanqueando la fachada barroca del templo.
-El Palacio de los Capitanes, también de estilo barroco y con un importante museo de la ciudad en su interior, que recoge la historia de Cuba.
-el Malecón (paseo marítimo de 8 km.), al final de una espectacular avenida Paseo, bordeada de parques, que nace en la Plaza de la Revolución, atraviesa el Vedado y acaba en el mar. La plaza de la Revolución tiene una capacidad para más de un millón de personas y es el lugar de reunión de los grandes acontecimientos, como ocurre en todos los días 1º de mayo y el 26 de julio. En el centro hay una estatua de José Martí, el héroe nacional, ante un obelisco de 139 metros, que es el punto más alto de la ciudad y desde cuyo mirador, se puede apreciar una panorámica de la ciudad inigualable. Frente a este monumento, se encuentra el Ministerio del Interior, en cuya fachada hay una inmensa imagen del Che.
A mi todo me parecía maravilloso. Pero lo más impactante era sobre todo la gente, tan cariñosa, simpática y divertida. Y qué decir de nuestros anfitriones: tanto Marta como su marido nos acompañaban a todas partes, eran nuestra sombra y se deshacían en detalles con nosotras para que nos sintiéramos bien. Conocimos a las familias de ambos y eso fue motivo de fiestas, cantos con guitarra y bailes. Tengo un recuerdo especial del padre de Marta, que cantaba y tocaba la guitarra como nadie. Un día vinieron sus amigos tangueros a interpretar sus piezas preferidas.
Todo era una fiesta, no sólo con las familias. También las vecinas eran ingeniosas y charlatanas. En el rellano podíamos pasar horas de casa en casa, con los niños entrando en unas y saliendo de otras. Desde luego no te aburrías de soledad ni un solo momento. Y, dentro de la precariedad, unas se prestaban a otras lo que les hacía falta, en una sinfonía de ayuda mutua que a mí me emocionaba.
Todas estas formas de relación tan emotivas y solidarias a mi me impactaron, al igual que la lucha de la gente por sobrevivir ante tanta escasez. Yo sentía mi corazón a punto de estallar y notaba que algo me estaba tocando en lo más profundo.
Volviendo al viaje turístico, visitamos:
PLAYAS DEL ESTE.
A unos 20 km. de La Habana se encuentran estas playas que son las que normalmente disfrutan las gentes de la capital y muchos turistas. Aquéllas van habitualmente con transportes colectivos o hacen botella (autostop) y los turistas con taxis o coches de alquiler. Son playas de agua templada, con arena fina y blanca.
PINAR DEL RIO y SOROA
Son lugares muy cercanos a La Habana y que merece la pena visitar porque hay rincones preciosos, de exuberante vegetación y una inmensa cascada, que alcanza los 35 metros. Ahí se encuentra también un famoso orquidario.
SAN ANTONIO DE LOS BAÑOS
Pasamos un día de excursión en este lugar privilegiado de la naturaleza, que se encuentra bastante cercano a La Habana y para el que pudimos conseguir un trasporte. La vegetación era exótica y el frescor que te envolvía muy agradable. Tuvimos que cruzar un puente que atravesaba el río. Era un puente colgante en el que yo pasé algo de miedo y me sentí como una heroína de las películas de Indiana Jones.
Aquí hay una famosa Escuela de Cine y es lugar muy visitado por los brigadistas que en los veranos se desplazan con la Asociación de Amistad con Cuba José Martí.
VARADERO
Estuvimos un fin de semana en un apartamento que alquilamos en estas playas turísticas y cuyas calles, hoteles y restaurantes, eran como los de cualquier lugar del mundo donde la gente pasa sus vacaciones de sol y mar.
Segundo viaje
Al año siguiente (1994), durante mis vacaciones de verano, tuve que volver porque aquel país y aquella gente se habían convertido en mi casa y en mi familia y yo sentía una necesidad irresistible de visitarlos para llevarles todas las cosas de primera necesidad que observé que les hacia falta y que allí no se podían conseguir. También llevaba una importante suma de dinero para entregar en la Federación de Mujeres Cubanas de un proyecto de desarrollo que nos habían concedido a la organización a la que yo pertenezco (Sodepau) y así, aprovechando mi viaje, me entregarían las facturas originales de los gastos hechos y no corríamos el riesgo de que se extraviaran en el correo.
Esta vez llevé conmigo a mi hija, que ya en el avión se puso enferma, con fiebre alta y tuvimos que visitar, y así conocer de primera mano, el famoso sistema sanitario cubano, en el que nos atendieron muy bien, enseguida y con mucha efectividad. Resultó ser una viriasis sin importancia, por suerte.
Este viaje fue todo de familia. Mi hija Ana iba preferentemente con los hijos de Marta y con sus sobrinitos y pudo conocer de primera mano esa otra forma de vivir, fuera de lujos y con ese clima de solidaridad entre la gente. Yo paseaba con Marta, con la familia y amigos. Cada día conocía más gente y me sentía más en mi casa.
Mi hija y yo nos hospedábamos en un hotel pero pronto nos marchamos a casa de mi amiga, a pesar de que ella me había advertido de los apagones, la falta de ascensor (y vívía en un piso 14) y las cucarachas. Sus advertencias no sirvieron de nada porque, tanto mi hija como yo, preferíamos estar más tiempo con nuestra nueva familia.
En este viaje pude presenciar la multitudinaria salida de balseros desde el Malecón y vivimos en casa de los padres de Marta horas de angustia y una especie de toque de queda autoimpuesto porque no se sabía qué iba a pasar en el país. Pero la total normalidad se impuso enseguida sin que ocurrieran disturbios ni tuviera que intervenir ningún tipo de fuerzas de seguridad.
Lugares nuevos que visitamos en este viaje fueron:
-El parque Lenin, en donde pudimos disfrutar con todos los niños y las niñas de la familia de Marta, pasando un día agradable al aire libre.
-Cementerio principal, un lugar en el que trabajaba como responsable el cuñado de mi amiga y que nos mostró verdaderas obras de arte entre las esculturas que acompañaban a los nichos. Aunque parezca extraño, es un lugar de visita obligatoria.
Cuando regresamos a España, mi hija estaba tan triste como yo. También había prendido en ella la misma emoción intensa que a mí me embargaba hacia nuestra familia habanera. Nosotras volvíamos a la sociedad de la abundancia, dejándola a ella en la de la escasez.
Tercer viaje
Al verano siguiente (1995) volví a ir. Esta vez abandonamos por más tiempo La Habana, haciendo turismo por la isla. Ibamos junto a un grupo de amigos de Marta y su marido.
Valle de VIÑALES, CAMPISMO Y ARTEMISA.
Bonitos paisajes, palmeras por todas partes, buena gente, mucho baile y mucho cantar, a veces bajo los efectos de un buen ron.
Tuvimos la suerte de tener cabañas libres en el campismo Las Chorreras y allí pasamos unos días de felicidad indescriptible, bañándonos en un rio repleto de pequeñas cascadas de agua cristalina.
En el valle de Viñales se encuentran los famosos Mogotes (montes chatos) que por lo visto no se encuentran en ningun otro lugar del mundo
En el pueblecito de Artemisa estuvimos en casa de una pareja amiga y allí pude conocer de primera mano la dura vida de los campesinos que cortan la caña de azúcar.
Cuarto viaje
Fue en este mismo año, 1995, pero en invierno. Yo no tenía otro pensamiento en Valencia que el de volver allí y llevarles todo lo que había anotado que les faltaba. Fue un viaje de disfrutar callejeando por La Habana o paseando por el Malecón, donde la gente se reúne por la tarde para tocar la guitarra y cantar. Salíamos en bicicleta o caminando y eso solamente ya era para mí una delicia, tan diferente a todo lo que yo pudiera hacer en mi ciudad. Llegué a conocer muy bien las calles de la Habana, ciudad que se había convertido en mi casa. Tenía la sensación de que ése era mi lugar en el mundo porque en ningun otro sitio me sentía mejor ni más viva.
Quinto viaje
Volví al año siguiente, en el verano de 1996. Esta vez también viajamos por la isla en un coche alquilado, con el que pudimos ver muchos más lugares de los que habíamos visto en ninguno de los viajes anteriores.
GUAMA, TRINIDAD, CIENFUEGOS .
Fue un viaje precioso y lleno de aventuras que sólo pueden ocurrir en un lugar como Cuba y que si contara aquí, llenaría el blog de páginas y páginas interminables. Digna de mención especial es la ciudad de Trinidad, una joya colonial cuya plaza mayor es tan original que yo creo que no hay otra igual en el mundo.
Sexto viaje
Este mísmo año, 1996, decidí pasar el fin de año en La Habana. Iba cargada con montones de maletas porque además de todos los regalos que llevaba yo a mi familia, había cargado con gran cantidad de paquetes que me había pedido mucha gente que llevara a sus propias familias. Yo recogía los paquetes y ni siquiera miraba lo que había dentro. Ahora pienso que fui demasiado confiada y hubiera podido llevarme algun disgusto. Lógicamente, una persona viajando sola y con tanto equipaje levantó sospechas y me revisaron una por una cada maleta en el aeropuerto de Varadero. Tuve que pagar un dólar (me pusieron ese precio simbólico por no estar calculando precios) por cada regalo. Y allí me tuvieron durante horas, un retraso que por mi culpa sufrieron todos los viajeros del autobús que nos llevaría a La Habana.
En ese viaje pasábamos los días paseando, visitando a la familia y en casa de Marta, hablando, bailando y jugando a juegos de mesa muy psicológicos, muchos de ellos inventados por la inacabable y creativa imaginación de mi amiga.
Pero toda la risa se convertía en llanto cada vez que tenía que marcharme para regresar a mi país. Y cuando después de una noche entera de vuelo, tomaba tierra en Madrid y luego llegaba a Valencia, todo este mundo, más rico y ordenado, me parecía irreal, sin vida, y a los pocos minutos ya comenzaba mi añoranza de aquella isla.
Sèptimo viaje
Fue en el verano de 1997. Alquilamos una casa en la playa y allí pasamos varios días, bañándonos, tomando el sol, bailando y cantando como siempre.
Este mismo año, pero en noviembre, volví a Cuba, esta vez de paso para llegar a Colombia.
Octavo viaje
Con motivo de ir como Ponente a un Seminario Internacional de Psicología a celebrar en Colombia, fui a Cuba a recoger a Marta para salir desde allí hacia Bogotá.
Esta vez no iba sola. Me acompañaban mis amigos Jose Ten y Fernando Idáñez.
Pasamos unos pocos días en la Habana, lo justo para ver a la familia y salir a dar algun paseo. Luego nos fuimos Marta, Fernando y yo a Colombia y Jose se quedó en La Habana. También viajaba con nosotros el Director del Instituto de Reumatología donde trabajaba Marta. El relato de este viaje figura en la página dedicada a Colombia.
Noveno viaje
De regreso del Seminario en Colombia volvimos a La Habana. El clima era tenso porque habíamos discutido entre nosotros. Aun así, estuvimos un par de dias con la familia, bailando y cantando. Este fue mi ultimo viaje a Cuba de la serie ininterrumpida de ellos durante cinco años.
Décimo viaje
Después de ocho años sin pisar tierra cubana, regresé en el 2005. Esta vez en grupo. Aproveché una oferta muy buena de viaje con los puntos de la tarjeta travel, que nos incluía en un precio muy razonable la estancia por tres días en el emblemático Hotel Nacional, un lugar privilegiado desde el que se divisa toda la bahía y, al fondo, el castillo del Morro. Desde mi habitación podía disfrutar de esta vista maravillosa, al amanecer, y de los jardines que rodean al hotel por donde también era una delicia pasear.
En este viaje visitamos nuevamente la Habana porque mis acompañantes era la primera vez que viajaban a Cuba. Fuimos a todo lo típico, incluido el castillo del Morro y presenciamos el cañonazo de la Cabaña (a las 9 en punto de la noche). Paseamos por el Capitolio (réplica exacta del norteamericano, pero con unos pocos metros más de altura), vimos de pasada la plaza de la Revolución con la inmensa estatua de Martí y la imagen del Che sobre la fachada del Ministerio del interior, el gran teatro de La Habana, la plaza de armas, en fin toda la Habana vieja y la Habana moderna, que ya he comentado en mi primer viaje.
Alquilamos dos coches e hicimos un estupendo viaje cruzando toda la isla para llegar a Santiago de Cuba y, en particular, al pueblecito de El Cobre, donde vive parte de la familia de mi amiga.
Fueron días entrañables con esta familia tan cariñosa y que, lamentablemente, pasaba muchas necesidades. Pero, como ocurre en toda Cuba, allí todos los niños, niñas y jóvenes estudiaban y también podían ir a la Universidad (en Santiago). La difícil situación económica de la isla no era óbice para que todo el mundo dispusiera de los servicios básicos en materia de salud y educación, como comprobamos cuando visitamos el Centro Sanitario que allí había, la Escuela y la Biblioteca.
Estuvimos alojados en la hospedería de la Iglesia y, aunque era muy rústica y sencilla, la estancia fue muy agradable, sobre todo por las magníficas vistas a la Sierra que se disfrutaba desde las amplísimas terrazas que te encontrabas cuando salías de la habitación.
Santiago de Cuba merece la pena. La plaza de la catedral, las vistas desde lo alto del castillo del morro, sus estrechas y empinadas calles que acaban en el mar…hasta su cementerio merece la pena visitarlo y esperar al cambio de guardia en la tumba de Jose Martí.
De vuelta hacia La Habana pasamos por:
SANTA CLARA
Aquí pudimos visitar el mausoleo del Che y hacernos un montón de fotos delante del monolito con su famosa frase de despedida : “Hasta la victoria siempre”.
VARADERO
Hicimos un viaje programado a Varadero, al que nos acompañaron Marta y su marido. Encontré allí el agua más limpia y cristalina que hubiera visto jamás, en toda mi vida. Después de los baños, comimos en un buffet fuera de serie acompañados de la música de una orquesta de son. Marta y Jorge bailaron un casino perfecto.
El alojamiento en este viaje a La Habana, lo tuvimos en una mansión colonial preciosa, en la zona del Vedado, en pleno corazón de la ciudad, con un jardín lleno de plantas y que te sumergía en los años 50 sin darte cuenta. Cerrando los ojos casi podías ver la entrada triunfal de los barbudos y la euforia de aquellas gentes. Estas casas tienen un aire señorial y al mismo tiempo del pueblo, puertas y ventanas todas abiertas, como en una perfecta convivencia con la calle y los vecinos.
A lo largo de todos estos años, además de la relación emocional con mi familia cubana, pusimos en marcha algunos proyectos de desarrollo de forma conjunta a través de SyD y SODEPAU, como la ayuda financiera al servicio de psicología del Instituto de Oncología y el proyecto de colaboración y dotación a la Sede Universitaria del Cerro. Personalmente, no conozco profesionales mejor formados que los cubanos ni con un talante tan solidario, como han demostrado a lo largo de los últimos 50 años, acogiendo en sus universidades a estudiantes del mundo empobrecido, que de ninguna otra forma hubieran podido formarse.
La Habana, la ciudad que yo amo, para mí la más bella. Y Cuba, como símbolo de dignidad y resistencia, inigualable país, mi segunda casa y el lugar al que yo quisiera siempre volver.-------------------------------------
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